El martes 6 de agosto, una embarcación con 14 cadáveres fue encontrada en la costa de Río San Juan, en República Dominicana. "Se encontraron a bordo 14 esqueletos con identidades de origen senegalés y mauritano", comunicó la Armada dominicana.
Diario Libre habló con los pescadores de la zona. Ellos coincidían en que la embarcación llena de cadáveres no era de fabricación dominicana. Venía de algún lugar lejano. Uno de esos pescadores, anunció: "Cruzaron el Atlántico. Ellos eran africanos e iban a España. Esos botes aquí no los hacen".
¿Es posible esa teoría?
La historia de los africanos que murieron de hambre y llegaron al caribe
La agencia de noticias AP lleva años investigando acerca de embarcaciones llenas de cadáveres encontradas en el Caribe y Brasil. En un extenso reporte, la agencia noticia señala: "En 2021, al menos siete embarcaciones aparentemente procedentes del noroeste de África encallaron en el Caribe y en Brasil. Todas ellas transportaban cadáveres". El hallazgo de embarcaciones con esqueletos en esta zona del mundo no es algo novedoso. Suelen haber dos parámetros que se repiten: las embarcaciones contienen esqueletos y pasaportes africanos.
Los doce cadáveres que se encontraron a 10 millas de Río San Juan se suman a una lista de casos similares. Entre ellos, se han constatado casos similares en Turcas y Caicos, Granada, Nicaragua y Brasil... En todos esos lugares se han encontrado cadáveres de africanos en fase de descomposición.
La ruta de la muerte
La migración de africanos a Europa va en aumento año tras año. La ruta del Mediterráneo, que es la más corta, ha sido intervenida por países europeos con el objetivo de frenar la inmigración. Estas barreras impuestas en el Mediterráneo, hicieron que más africanos volvieran a la ruta de la muerte.
La ruta de la muerte es más larga, peligrosa y oscura. Consiste en llegar a Europa desde el noroeste de África a través de las Islas Canarias, España. El Atlántico es un océano agitado, más que el mar Mediterráneo, lo que hace que coger esa ruta pueda llevar a un rumbo equivocado, a la deriva, al hambre y a la muerte.
El Ministerio de Interior de España anunció que las llegadas de africanos por esa ruta aumentaron de 2,687 en 2019 a más de 22,000 en 2021. Sin embargo, una cosa es los que llegan y otra los que lo han intentado.
Quién sabe cuántas embarcaciones llenas de africanos están vagando en este momento por el Atlántico. Quién sabe cuáles de ellas llevan cadáveres y cuáles tienen a hombres y mujeres muriendo de hambre en su interior. El Atlántico no es cortés con los marineros, mucho menos cuando van en embarcaciones precarias.
Según la Organización Internacional para las Migraciones, "en 2021, al menos 1,109 personas murieron o desaparecieron intentando llegar a Canarias". Sin embargo, es posible que esta cifra sea tan solo una aproximación. Nadie sabe a ciencia cierta cuántas personas, vivas o muertas, navegan ese océano buscando mejores condiciones de vida.
Una muerte lenta y dolorosa
Tall Yankhoba era uno de los africanos que iba en esa embarcación que se encontró en las costas de República Dominicana. Nació el 31 de mayo de 1991, por lo que tenía 33 años, según los documentos encontrados por las autoridades dominicanas. Yankhoba era senegalés y si sus documentos dicen la verdad, murió en su intento de buscar prosperidad en Europa.
Un día, nadie sabe cuándo ni desde dónde exactamente, se embarcó en un bote, seguramente desde el noroeste de África. Su documento de identidad caducaba en 2027, pero su intención no era renovarlo. En su cabeza estaba buscar una vida mejor. Él era alto, de 180 centímetros de altura (5.9 pies), por lo que sus piernas estarían un poco incómodas en ese bote lleno de gente. Sin embargo, no iba a ser por mucho tiempo. En unas horas iban a estar en Canarias, España.
A su lado, quizá igual de emocionado y nervioso, estaba Wade Sidane. El 10 de octubre iba a cumplir 24 años, tenía toda una vida por delante. Una vida que no quería pasar en África. Él, también alto, estaría igual de incómodo que Yankhoba, pero eso no importaba.
Uno de los tripulantes encendió el motor de la embarcación. El bote empezó a moverse. Pasaron los minutos y las horas. Yankhoba, Wade y el resto de africanos ya habían perdido de vista la costa. Se dirigían mar abierto hacia Canarias. Sin embargo, no veían tierra en ninguna de las direcciones. Ni al norte, ni al sur, tampoco al este y al oeste.
A medida que pasaron las horas es posible que empezaran las dudas, la incertidumbre y el terror. Los doce africanos estaban a la deriva, sin ver tierra, sin saber en qué punto del océano se encontraban.
Llegó el momento en el que quedaron sin combustible y fue entonces cuando se quedaron a merced del mar y sus corrientes. Es imposible saber qué pasó durante aquellos días en alta mar. En un momento tuvieron que quedarse sin conexión en los teléfonos. En otro momento debieron de quedarse sin batería. Más tarde, debió empezar la tortura del hambre. Por las noches, frío. Durante los días, un sol abrasador. ¿Sus vistas? Océano Atlántico a derecha, izquierda, delante y atrás.
Quizá vieron un avión, a lo lejos, y gritaron inútilmente. Quizá avistaron un barco, pero debían ser demasiado pequeños para ser vistos. Eso no se sabrá nunca. Yankhoba, Wade y el resto de los viajeros estaban a merced del mar. Un mar que no los perdonó.
Por las noches, la humedad y el frío habría hecho que sufrieran de hipotermia. Durante el día habrían sufrido quemaduras por el sol. Pero lo peor era el hambre, que atacaba sus estómagos a todas horas. Toda esa combinación pudo haberlos hecho caer de a poco.
El hallazgo de los cadáveres
Tiempo después, el 6 de agosto de 2024, un padre y un hijo, a 10 millas náuticas de Río San Juan, encontraron el bote. Luis Alberto Polanco iba a pescar cada día con su hijo Jeremy. Cuando se acercaron a una de las boyas con la carnaza, vieron la embarcación.
"Cuando me fijé en el bote, de lejos, me quedé mirando y no se veía gente. Estaba raro ese bote allí. Dijimos: Vamos a ir para allá", explicó a Diario Libre el pescador.
Otro pescador que les acompañaba se acercó primero a la embarcación. Echó un vistazo al interior y gritó: "¡Aquí hay un viaje de cadáveres!".
Polanco y su hijo pensaban que se trataba de una broma. "Yo pensaba que estaba relajando conmigo", expresó el padre. Sin embargo, cuando se acercaron, Jeremy fue el primero en asomarse a la cubierta y ver todos esos cadáveres. "¡Ay, papá, es verdad!", exclamó.
En el interior no solo había cadáveres. Había celulares y 12 paquetes, tres de ellos contenían cocaína, los otros nueve cargaban pedazos de madera.
Padre e hijo, los dos residentes de Río San Juan, "rescataron" esos 14 cadáveres de africanos que habrían cruzado el Atlántico a la deriva. Entre esos muertos se encontraban Yankhoba y Wade, esos jóvenes que un tiempo incierto atrás habrían salido de África, quizá en busca de las costas españolas, en busca de una vida mejor. Un viaje que se convirtió en una muerte atlántica.
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