Por
Leandro Ortiz de la Rosa
A mi 57 años
Mis inicios con añoranzas
Mi madre, Rosa Elvira de la Rosa Valdez (Tilita), ella es mi mayor
orgullo, me parió el día martes 27 del mes de febrero del año 1968. En su
momento, Tila (nombre de pila que le digo) pocas veces le he dicho mamá, me
dijo que con mi nacimiento se puso muy contenta, era su hijo que le iba a
llevar a su morada final, solo Dios es quien lo dispone; que yo era muy
enfermoso y tubo otro llamado Wilson enfermoso también el cual falleció, era
mayor que yo, antes solo había dado a luz a mi hermana Yacquelin y después mis hermanitas Odalis y Elyn.
Mi progenitora es de origen campesino, apenas sabe la letra,
trabajadora como la que más hasta el día de hoy con ochenta años todavía trabaja
con su colmadito y realiza labores domésticas, es sumamente valiente, lo demostró
en los doce años del Dr. Balaguer, para ayudar a mi padre Jesús María Ortiz ella
rifaba, llevaba rifa de aguante, su carácter lo puso de manifiesto al ser
detenida y asediada por policía que pretendían macutear, extorsionar con dinero
o llevarla presa.
Ella decía que no regalaba lo de sus hijos y nunca los policías
se metieron con ella al conocerle su temperamento a pesar de estar en tiempo de
la dictadura de los doce años. Una señora se metió con ella y se apoyaba en un sargento
jefe de puesto en Quijaquieta y solo basto para rebolearla, pago una multa de
RD$5.75 y santo remedio, jamás la provocó, única vez que escuche decir tubo
problema con alguien, toda vez que mi madre es una señora que donde quiera que
vas hace gente y los vecinos les quieren y la respetan.
Mi vieja me educo con la correa,
la piedra con el guallo en la cabeza, las galletas y los trompones cuando me lo
merecía, pero ella, nunca permitía que alguien me pegue, me disciplinó en el
trabajo, lo que me llevó a ser limpiabotas, vendedor de mango, naranja, chuchería,
arepa, fritura, colmado y de todo y algo más dentro del trabajo digno, y a
nunca dejar los estudios, si no iba a la escuela era una pela segura...
Para la época en que nací, las condiciones económicas de
mis padres eran sumamente precarias; vivíamos en la más absoluta pobreza, una pieza
en una casa de madera y cobijada de yagua, silla, cama cemi, y sanguchy con colchón
de guatas en mal estado y con chinchas donde dormíamos tres de forma muy
precaria, hacinamiento, pobreza total, pero con mucha dignidad en todo el
sentido.
Mi madrecita querida, se unió con mi padre, también víctima
de la pobreza, nacieron en las zonas rurales de Buena Vista y Chalona, no supieron
qué significaba la buena formación escolar, se ocuparon de que sus proles
fueran a la escuela de manera permanente, salimos todos bachilleres y
profesionales, Yacquelin la mayor se enfocó en el comercio, es la mayor y, oficio
aprendido de nuestra madre, conmigo permanecía al tanto de todo, el trabajo y
ocupaciones. Con mamá siempre fui fuerte de carácter, hasta un tiempo, luego cultivé
la docilidad. Me manejó a su antojo, pero, al parecer, confundió mi
obediencia como hijo, hasta el punto de que quiso imponerme su voluntad y
decidir la mujer con la cual debía quedarme toda la vida, algo que no obedecí.
II.- Nostalgia en la familia
Nuestro círculo familiar se agota, se reduce y aquellos quienes nos conocen y contribuyeron en nuestra formación de verdad han hecho su partida para no volver a ver jamás ¡Muy triste, nuestra realidad! Partió en noviembre de 2024 Papa (Jesús María Ortiz) (Dante) a quien siempre acudimos sin dobleces y sin esperar desencanto jamás, ni nada a cambio.
Vuelve el 2025, y sin esperar, de manera sorpresiva se
nos fue otra columna, nuestro cuñado, Manuel Henríquez Encarnación (Kiko, Teto)
padre de mis cinco bellos sobrinos, Jochy, Anthony, Rossina, Maxuel y Yuniol,
continua nuestro circulo y se agota, un poquito y otro poquito más, ¡qué
barbaridad! ya reduce la confianza en los seres conocidos cada día más. Unos se
nos van y otros se ausentan por el destino que la vida traerá. ¡Qué triste, es
nuestra realidad!
Nuestra familia, a excepción de mi padre en los últimos diez
años que le detectaron un cáncer, durante toda nuestra existencia ha disfrutado
de perfecta salud, pero ahora, al llegar a la tercera edad, a cada uno se nos
tiende a marchitar en términos emociónales. El estado de ánimo ya no es el
mismo. Para recuperar la plena vitalidad y continuar viviendo, estamos luchando…
Hoy no será mi cumpleaños, es día de recogimiento familiar con el deseo de
salir adelante.
No escapa a nuestro conocimiento que: “La vida no es
vivir, sino tener salud y tranquilidad emocional, algo que nos falta”, vamos a recurrir
a todos los medios para tenerla nuevamente por completo, siempre con la
esperanza en Dios que es quien todo lo puedes… En el orden de la familia
directa, y con la llegada de la manecilla del reloj verla llegar a su punto,
aun puedo decir que conservo la salud, valoro mucho el calor solidario de mis
hijos Maiker, Yuli, Leandra, Okeimis, Crizmeidy, Emma y Camila y los descendientes,
mis nieto y nieta, Okeilis, Ian y uno que viene en camino, que juntos a los
sobrinos continuaremos haciendo el coro perfecto del compartir familiar.
Aunque lesionado en lo emocional, no pienso que la
existencia se nos acorte; la vuelta a los compartir familiar hará que todos cada
vez estemos más enamorados de la vida y en lugar de su recorte, procuramos
ganar tiempo, alargarla para continuar haciendo, aportando en lo que podamos a nuestra
descendencia de Dante y Tilita y de sus hijos e hijas dentro de las
posibilidades.
Aunque sabemos, es una verdad
irrefutable que todo ser humano nace, se desarrolla y muere. Algo que no falla,
ley que se cumple de manera inexorable, ley de vida y nuestra familia no será
la excepción. Lucharemos, no nos quedaremos tranquilos esperando que llegue el
fallecimiento. La lucha por la existencia de nuestra descendencia siempre se hará.
Hoy 27 de febrero
al llegar a los 57 años de edad, anímicamente me siento bien, no tengo arrepentimiento
de haber obrado en hacer daño a nadie, no soy perfecto, he cometido errores,
tal vez sin intención, pero jamás con el designio de obrar en causar daño a otro. Ser malévolo no forma parte de mí ni de mi familia.
Este nuevo aniversario de haber llegado al mundo de los
vivos, con mucha melancolía, extrañando mis seres queridos, Papá, Teto, en lo
personal, lo recibo como un ser humano libre, sin odiar, sin tener rencor y
presto para servir en lo que sea necesario para el bienestar de la sociedad. En
nuestra familia donde no predomina ni existe el odio, la situación es difícil y
la aceptamos con resignación porque Dios hará lo necesario y pondrá las cosas
en su lugar.
Por: Leandro Ortiz de la Rosa.
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